Miércoles 10 de Febrero de 2016:
Es nuestro último dÃa completo en la capital y solo quiero buscar cualquier escusa que me retenga unos dÃas más, pero no la encuentro y mi billete de vuelta a la capital gallega sigue gritando que mañana nos vamos.
Desayunamos en el Starbucks: el delicioso Chai Tea Latte y una galleta de chocolate blanco, mis dos perdiciones del viaje. Tras esta parada para repostar, nos dirigimos hasta el Palacio Real de Madrid. Yo desde siempre me he orientado genial, para qué mentir, pero Coke es una de las personas más cabezotas que conozco (aunque yo siempre acabo teniendo razón), asà que, por hacerle caso, nos perdimos, y acabamos en un jardÃn enorme. ParecÃa que nos habÃamos adentrado en el PaÃs de las Maravillas. Es un jardÃn que está casi al lado del Palacio Real. Dimos un paseo por dentro y luego, por fin, nos dirigimos hacia nuestro principal destino. Yo ya habÃa estado unos años en el palacio, al igual que Coke, que habÃa estado el año anterior.
Seguimos nuestro camino por unas calles que no conocÃamos hasta que, casualmente, acabamos en el Mercado de San Miguel. Lo atravesamos como pudimos. HabÃa muchÃsima gente dentro, algunos comiendo, otros tomando unas copas, o el tÃpico "brunch". Seguimos caminando hasta llegar a la Plaza del Sol, muertos de hambre, para variar.
Después de comer y descansar un par de horas en el maravilloso hotel, decidimos que el mejor plan para la tarde serÃa ir a mirar las infinitas tiendas de Gran VÃa, e ir por otra calle en la que están tiendas muy conocidas como Urban Decay, Calvin Klein o Brandy Melville, la cual, en mi opinión, es una tienda demasiado sobrevalorada.
Pasamos la tarde recorriendo las tiendas hasta que nuestros pies suplicaron reposo. Fuimos a la azotea del hotel a cenar unos bocadillos que habÃamos comprado en el Pans. He de decir que no hay cosa más maravillosa que cenar algo rico después de tanto caminar y, encima, con las vistas tan increÃbles que tenÃamos.
Nuestra última noche en Madrid. Nuestra última noche de vacaciones.
Es nuestro último dÃa completo en la capital y solo quiero buscar cualquier escusa que me retenga unos dÃas más, pero no la encuentro y mi billete de vuelta a la capital gallega sigue gritando que mañana nos vamos.
Desayunamos en el Starbucks: el delicioso Chai Tea Latte y una galleta de chocolate blanco, mis dos perdiciones del viaje. Tras esta parada para repostar, nos dirigimos hasta el Palacio Real de Madrid. Yo desde siempre me he orientado genial, para qué mentir, pero Coke es una de las personas más cabezotas que conozco (aunque yo siempre acabo teniendo razón), asà que, por hacerle caso, nos perdimos, y acabamos en un jardÃn enorme. ParecÃa que nos habÃamos adentrado en el PaÃs de las Maravillas. Es un jardÃn que está casi al lado del Palacio Real. Dimos un paseo por dentro y luego, por fin, nos dirigimos hacia nuestro principal destino. Yo ya habÃa estado unos años en el palacio, al igual que Coke, que habÃa estado el año anterior.
Seguimos nuestro camino por unas calles que no conocÃamos hasta que, casualmente, acabamos en el Mercado de San Miguel. Lo atravesamos como pudimos. HabÃa muchÃsima gente dentro, algunos comiendo, otros tomando unas copas, o el tÃpico "brunch". Seguimos caminando hasta llegar a la Plaza del Sol, muertos de hambre, para variar.
Después de comer y descansar un par de horas en el maravilloso hotel, decidimos que el mejor plan para la tarde serÃa ir a mirar las infinitas tiendas de Gran VÃa, e ir por otra calle en la que están tiendas muy conocidas como Urban Decay, Calvin Klein o Brandy Melville, la cual, en mi opinión, es una tienda demasiado sobrevalorada.
Pasamos la tarde recorriendo las tiendas hasta que nuestros pies suplicaron reposo. Fuimos a la azotea del hotel a cenar unos bocadillos que habÃamos comprado en el Pans. He de decir que no hay cosa más maravillosa que cenar algo rico después de tanto caminar y, encima, con las vistas tan increÃbles que tenÃamos.
Nuestra última noche en Madrid. Nuestra última noche de vacaciones.
Martes 8 de Febrero de 2016:
Son las nueve de la mañana y despertamos en Madrid. Toca darse una ducha y arreglarse para bajar a por algo de desayunar. El dÃa anterior, Coke me habÃa estado hablando de que podÃamos ir a desayunar al Dunkin Donuts de la calle de nuestro hotel, Calle Montera, asà que allà fuimos. Yo me decanté por unas tostadas y un buen café que hiciera esa función que el maquillaje no puede hacer, y es hacer que tu cara parezca más despierta de lo que realmente está.
Madrid estaba frÃa, y no paraba de susurrarnos que el Invierno todavÃa seguirÃa un mes más. Aún asÃ, nosotros, lo más abrigados que pudimos, nos dirigimos de nuevo a El Retiro, con la intención de ir a hacer unas fotos al Palacio de Cristal.
Mientras pasábamos por el lago, me fijé en algo que me llamó mucho la atención: los niños contemplaban los patos y las barcas, mientras que los adultos preferÃan contemplarlo a través de sus pantallas. Debe de ser que el mundo a través de una pantalla, con más o menos pÃxeles, es más bonito. En realidad vivimos detrás de nuestras pantallas, y le damos más importancia a un mundo virtual, inalcanzable, que a nuestra propia apariencia ¿Cúando hemos dejado de apreciar el momento para cederle ese privilegio a nuestra cámara? Está claro que esto puede sonar hipócrita, pero lo cierto es que no hicimos demasiadas fotos durante nuestro pequeño viaje, nos limitamos a vivirlo, disfrutarlo, y eso nos llenaba de sobra. Una cosa es inmortalizar el momento que vivimos, y otra inmortalizar un momento artificial.
Finalmente, llegamos al Palacio de Cristal, y estuvimos haciendo algunas fotos, tampoco demasiadas. La verdad es que me quedé impresionada, no me lo imaginaba tan bonito. En el interior habÃa una exposición de fósiles, creo recordar, y la mayorÃa colgaban del techo.
Después de un largo paseo por el parque y de hacer unas fotos en el palacio, mientras nos dirigÃamos a la salida, un señor muy simpático nos saludó, estaba tocando su saxofón, o creo que era un saxofón.
Al medio dÃa, volvimos a coger algo de comer en el Pans, lo mismo que la noche anterior, y volvimos al hotel para descansar durante un rato. Después de ver un rato la televisión y cambiarnos de ropa, subimos a la azotea a hacer unas fotos, era la oportunidad perfecta para estrenar la camiseta que me habÃa comprado a la mañana en el Primark de Gran VÃa, enorme por cierto, y que llevaba buscando muchos años.
Ya de noche y volviendo al hotel por Calle Montera, en busca de una tienda para comprar una botella de agua y nuestra cena, nos fijamos en que en nuestra calle, sin exagerar, habÃa diez prostitutas. Compostelana, gallega y curiosa como soy, es algo que me impresionó mucho. En esa misma calle se encontraba el cuartel de la guardia civil, pero todo parecÃa ser el pan de cada dÃa.
Nos fuimos a dormir temprano después de ver la televisión un rato, ya que al dÃa siguiente recorrerÃamos otra gran cantidad de kilómetros, nos perderÃamos y...bueno, si queréis saber más, tendréis que esperar al próximo capÃtulo.
Jueves 4 de Febrero de 2016.
"Coke, vámonos a Madrid la semana que viene"
Lunes 8 de Febrero de 2016:
Son las 7 y media de la mañana y nos subimos al tren para llegar a los madriles cinco horas después. Pasamos el rato en el tren fotografiando paisajes, leyendo libros, jugando a ese tipo de juegos que tenemos en el móvil para casos como éste, y dormimos. Esperamos ansiosos la hora de llegar a la estación de ChamartÃn.
"Coke, vámonos a Madrid la semana que viene"
Lunes 8 de Febrero de 2016:
Son las 7 y media de la mañana y nos subimos al tren para llegar a los madriles cinco horas después. Pasamos el rato en el tren fotografiando paisajes, leyendo libros, jugando a ese tipo de juegos que tenemos en el móvil para casos como éste, y dormimos. Esperamos ansiosos la hora de llegar a la estación de ChamartÃn.
La rutina, los lÃmites y yo no nos llevamos demasiado bien. Sentirse encerrada en una ciudad que no da más de sÃ, vivir todos los dÃas igual que el anterior y el siguiente. Que te digan que la creatividad no da dinero y que no se vive de imaginación.
Hay una diferencia entre aprender y someter a tu cerebro a memorizar y entender letras y números de un libro que habla de cosas que no te interesan. Aprender es más fácil cuando eres tú el que pone interés y se molesta en investigar algo que le llama la atención. Y si la vida es una rutina que se basa en encerrarse en una habitación con un libro, en trabajar en lo que no te gusta y en hacer cualquier cosa por dinero, yo no valgo para eso.
Un mundo donde la vida de los demás es el tema de conversación por excelencia. Donde tener poder es tener dinero y no cultura. Donde te critican por vivir de lo que te hace feliz. Donde es portada de los periódicos que quieren repetir las elecciones para elegir seguir como hasta ahora en lugar de informar sobre un nuevo descubrimiento cientÃfico que supondrá un avance significativo en el campo de la medicina.
Hay una diferencia entre aprender y someter a tu cerebro a memorizar y entender letras y números de un libro que habla de cosas que no te interesan. Aprender es más fácil cuando eres tú el que pone interés y se molesta en investigar algo que le llama la atención. Y si la vida es una rutina que se basa en encerrarse en una habitación con un libro, en trabajar en lo que no te gusta y en hacer cualquier cosa por dinero, yo no valgo para eso.
Un mundo donde la vida de los demás es el tema de conversación por excelencia. Donde tener poder es tener dinero y no cultura. Donde te critican por vivir de lo que te hace feliz. Donde es portada de los periódicos que quieren repetir las elecciones para elegir seguir como hasta ahora en lugar de informar sobre un nuevo descubrimiento cientÃfico que supondrá un avance significativo en el campo de la medicina.